En el caso concreto de España, como supuesta medida de contención ante tal situación, en las últimas décadas se ha popularizado la idea del Hispanismo como dique de contención y respuesta ante este imperante globalismo de origen j-marxista y liberal. Si bien el Hispanismo como tal no es una idea nueva (surge a principios del S.XIX), si que es una versión totalmente edulcorada de lo que fue y es realmente. 

El hispanismo, por definición, consiste en un movimiento ideológico cuyo fin es el de estrechar y fortalecer lazos con las naciones que históricamente han estado atadas a España (por razones culturales, lingüísticas, económicas etc…) tras la expansión y conquista de América y otros territorios de ultramar tras la fundación del Imperio Español en 1492. Todo esto para formar un bloque socioeconómico y cultural para mantener la primacía e independencia económica de estos mismos territorios hacia factores externos como el bloque angloamericano, las potencias asiáticas etc…

Si bien a priori, esta idea no suena como algo negativo dadas las circunstancias actuales, la realidad es que estos grupos (por desgracia mayoritarios) hacen una apropiación errónea basada en falacias de carácter histórico y social del concepto de hispanismo, queriendo llevarnos a lo que en la aplicación no deja de ser un globalismo 2.0.

Lo primero de todo sería explicar que históricamente el hispanismo real, como fin último, siempre tuvo la misión de hacer que España fuese la cabeza de este movimiento. La conquista, civilización y evangelización de estos pueblos fue desde España a estos, por tanto la realidad es que el hispanismo siempre fue una elevación, desarrollo y propagación de España hacia el exterior, y no al revés como quieren hacernos creer algunos. 

Relativo a las falacias históricas de estos “hispanistas”, estas corrientes en primer lugar han intentado sustituir en el imaginario colectivo la innegablemente negativa imagen de los tiempos de la conquista de la denominada como “leyenda negra” en la que los españoles no éramos más que un montón de violadores y bárbaros sanguinarios cuyo único fin era robar y saquear a los indios americanos, destruir su cultura e imponer a la fuerza el dominio y la supremacía total a base del exterminio racial y cultural), la cuál es una falsedad histórica creada con el fin de dañar la imagen del Imperio; por la denominada “leyenda rosa”.

Esta “leyenda rosa” viene a decirnos que el Imperio Español fue una comuna hippie, que conquistaron un continente a base de flores y abrazos, fomentaba el absoluto mestizaje con los naturales de los distintos virreinatos, precursora de la igualdad y con ningún tipo de leyes segregacionistas. No muy diferente al programa de cualquier partido progre moderno, pero la realidad histórica nos enseña que la conquista fue un equilibrio de ambas.

Por poner algunos ejemplos, si bien es cierto que España prohibió la esclavitud en los territorios americanos, no había ningún problema en comerciar con esclavistas (en su mayoría “conversos cristianos europeos”, interprétenlo a su gusto) que traían negros de África. En ocasiones estos escapaban y se los denominaba como “cimarrones”, término que ha sobrevivido hasta nuestros días.

Esclavos en el actual méxico. Su líder Yanga escapó de su cautiverio y fue posteriormente ejecutado por las autoridades en 1612

Otro ejemplo podría ser la falacia de que todos los territorios americanos, y por ende sus habitantes, eran considerados como iguales, las famosas provincias. Esto es algo que no fue así hasta la llegada de la constitución de 1812, antes los territorios fuera de la península tenían la categoría de territorios dependientes de la Corona, sus sociedades de dividían en estamentos de carácter puramente racial y sólo los habitantes de sangre española por parte de ambos progenitores de estos territorios podían, entre otras cosas, portar armas o tener caballos (salvo contadas excepciones en las cuáles el indio debía de pedir permiso en primer lugar al gobernador local), ser caciques, clérigos…

Destacar sobre todo la idea de que el mestizaje estaba totalmente expandido y normalizado. Si bien desde los primeros años de la conquista se permitió legalmente el matrimonio entre españoles e indios, la realidad es que no estaba muy bien visto por ninguno de ambos pueblos. Los matrimonios mixtos entre el 1503 (cuando se legalizaron) y la década de 1820, se dieron en extremadamente pocas ocasiones, al igual que los hijos fruto de estas relaciones denominados como mestizos, que eran una ínfima minoría y sobre todo fruto de relaciones extramatrimoniales. El mestizaje se popularizó en el S.XIX cuando ya la inmensa mayoría de estos territorios estaban o independizados, o en proceso de independencia, y todo ello debido a las pérfidas ideas revolucionarias liberales. Esto es fácilmente constatable viendo los registros de actas matrimoniales que se conservan en América.  

Estos sólo representan algunos pocos ejemplos, la verdad que desmontar todas las falsedad de esta deriva daría para un artículo propio en sí.

El otro gran problema y que deriva en gran parte del histórico, es el social. Estos supuestos hispanistas pretenden, en pocas palabras, combatir la islamización de España y el despoblamiento con inmigrantes de origen iberoamericano, basándose en la idea del “hermanamiento espiritual”, unión lingüística, religiosa y lazos culturales.

Ideas erróneas en primer lugar, partiendo de la base de que este “hermanamiento” es algo utópico. Son contados los inmigrantes hispanohablantes que genuinamente profesan un amor a España. La gran mayoría simplemente vienen por la oportunidad de una vida mejor, dándoles absolutamente igual nuestra cultura, costumbres, identidad y demás. Vienen a “ganarse el pan”, es más, incluso la inmensa mayoría profesa un odio a España por lo que representa para su historia (o supuesta historia, los iberoamericanos han sido los que más han tragado con esta leyenda negra). En sus países la fiesta nacional suele ser el día que se independizaron de España, y no hay más que darse un par de vueltas por internet para ver el odio que nos profesan en su mayor parte.

En segundo lugar, y el principal y más importante, son las altas tasas de criminalidad que estos colectivos representan. En algunos lugares como Madrid no tienen nada que envidiar a los del colectivo alérgico al jamón, incluso superándolo.

No es de extrañar dado a que sus países son de los lugares con más peligrosos del planeta. Según el World Population Review, de las 50 ciudades más peligrosas del mundo, 42 se encuentran en iberoamérica. Lo vemos a diario con el peligro que representan las bandas latinas en las ciudades, pero eso es sólo la punta del iceberg. Robos, agresiones, violaciones e incluso asesinato son el pan de cada día con nuestros “hermanos espirituales”. En Madrid o Castilla y León o Aragón encabezan listas de crímenes.

Aquí unos individuos perfectamente integrados en el espíritu y cultura españolas, vistiendo y gesticulando como un natural de Soria. Quien no lo vea es un conspiranoico.

Además, la mayor corriente actual del hispanismo defiende ideas tan aberrantes como que el mestizaje con personas de origen indígena es bueno como tal. Como si la pérdida irrecuperable de la sangre e identidad española fuese algo inexistente.

Incluso si estas cifras de criminalidad y mezcla racial fuesen irrisorias (que no lo son) el hecho es que en las ciudades españolas la sustitución en ciertos barrios es innegable. Madrid supera ya 1.000.000 de latinos. Creo que a ningún madrileño de bien le guste que sustituyan su bar castellano de toda la vida por un restaurante decorado con neones donde sirven ceviche o frijoles, por muy legal que sea. Pues esto está pasando y a un ritmo acelerado.

Curiosamente, choca bastante que estas corrientes, si bien suelen tener su origen en la derecha “tradicional”, son compartidas también por personas abiertamente marxistas como Santiago Armesilla o la histórica Rosa Rossi. 

En definitiva. El hispanismo clásico es algo genuino al carácter español. Querer forjar lazos con los antiguos territorios para crear grandeza en España es una cosa positiva, y otra el supuesto hispanismo que quiere convertir a España en Guayaquil.

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